Quieta en la parada del autobús, esperando, a veces se ponía a divagar con el pensamiento tratando de hacer menos tediosos aquellos minutos. Se abrazaba el cuerpo y trataba de pegar la tela de la ropa a su piel, envuelta como estaba por la neblina húmeda típica de las noches de invierno: esa que se abre paso a través de la carne y llega hasta el tuétano de los huesos. La falta de cristales graduados delante de sus ojos hacía que las luces de la cuidad se diluyesen, casi líquidas, frente a ella.
No se había dado cuenta hasta entonces de lo presentes que estaban las luces en su vida: en las mejores noches que había pasado, en los días lluviosos de colegio, en todas las personas a las que quería. Pensó en lo afortunadas que son aquellas personan que tienen luz, y también pensó en la ventura de aquellos que viven a su alrededor y pueden calentar sus manos y su corazón con su incandescencia. Pensó en una bombilla y en los insectos que revolotean a su alrededor atraídos por ella, en una hoguera acertada en noche fría y en todos aquellos que se reúnen en sus márgenes para alimentarse con su calidez.
Mientras el rojo y el ámbar confluían en sus retinas, salpicados de vez en cuando con el verde de los semáforos, se preguntó porqué los poseedores de la luz nunca la pierden: incluso en los momentos en los que más vapuleados son por la vida siguen conservando su resplandor. Y en estas cavilaciones estaba cuando distinguió el contorno del autobús que esperaba a lo lejos.
Sacó el billete e hizo un gesto con la mano para que quien lo guiaba no olvidase aquella parada. Cuando puso el primer pie sobre el suelo grisáceo y lleno de manchas, su reloj marcó la medianoche. Antes de picar, el conductor le obsequió con una amplia sonrisa bajo una nariz roja por el frío.
Durante la búsqueda de un asiento libre creyó encontrar la respuesta: hay ciertas personas que no tienen luz, que no la poseen como pueden poseer una prenda de ropa o una casa de la que pueden desprenderse en cualquier momento. Existe una venturosa clase de personas que, sencillamente, son luz. Y, habiendo descubierto esto, el camino de vuelta a casa le resultó mucho más liviano de lo que solía parecerle: incluso llegó a disfrutar de la calma de la madrugada, del abrazo del frío, del suelo manchado del autobús, de las luces…
No se había dado cuenta hasta entonces de lo presentes que estaban las luces en su vida: en las mejores noches que había pasado, en los días lluviosos de colegio, en todas las personas a las que quería. Pensó en lo afortunadas que son aquellas personan que tienen luz, y también pensó en la ventura de aquellos que viven a su alrededor y pueden calentar sus manos y su corazón con su incandescencia. Pensó en una bombilla y en los insectos que revolotean a su alrededor atraídos por ella, en una hoguera acertada en noche fría y en todos aquellos que se reúnen en sus márgenes para alimentarse con su calidez.
Mientras el rojo y el ámbar confluían en sus retinas, salpicados de vez en cuando con el verde de los semáforos, se preguntó porqué los poseedores de la luz nunca la pierden: incluso en los momentos en los que más vapuleados son por la vida siguen conservando su resplandor. Y en estas cavilaciones estaba cuando distinguió el contorno del autobús que esperaba a lo lejos.
Sacó el billete e hizo un gesto con la mano para que quien lo guiaba no olvidase aquella parada. Cuando puso el primer pie sobre el suelo grisáceo y lleno de manchas, su reloj marcó la medianoche. Antes de picar, el conductor le obsequió con una amplia sonrisa bajo una nariz roja por el frío.
Durante la búsqueda de un asiento libre creyó encontrar la respuesta: hay ciertas personas que no tienen luz, que no la poseen como pueden poseer una prenda de ropa o una casa de la que pueden desprenderse en cualquier momento. Existe una venturosa clase de personas que, sencillamente, son luz. Y, habiendo descubierto esto, el camino de vuelta a casa le resultó mucho más liviano de lo que solía parecerle: incluso llegó a disfrutar de la calma de la madrugada, del abrazo del frío, del suelo manchado del autobús, de las luces…
10 comentarios:
Ciertamente hay gente que brilla por sí sola, que inundan todo con su luz y te pegan esa energía suya...
Un beso ^^
Joder Lena.. eres una seria competencia. Bueno esque me ha encantado este texto.. si se pudiera marcar, lo marcaria como favorito. Tiene muchisima razón, hay personas que con un gesto ya desprenden luz, que con unas palabras te iluminan. Hace poco alguien me dijo que brillaba haha no debia llevar gafas.
La reflexion y el ambiente que describes son tan candorosos, simple y tranquilos...
Me has hecho sentir en casa.
Muchos besos querida :)
Hay personas que no se dan cuenta de lo que brillan.. y es tan dificil hacerselo saber.. por eso yo lo intente a alguien especial con el abecedario de mi blog, son tan especiales <3
una preciosa comparación, cada uno tiene su luz propia, aunque algunos están fundidos. :) muás
Luz, ¿qué hay de ella? ¿qué hay con ella? que siempre que emana de una persona nos fulgoriza o, por otro lado, cuándo somos quienes emanamos dicha luz mostramos un aspecto tan bueno que dura muy poco pero, a la vez, dura lo suficiente para conservarse en la memoria. Convirtiéndolo en algo eterno.
Aquellas personas son increíbles. Cada vez que sonríen iluminan el mundo, hacen desaparecer las nubes y esbozan un gran sol en el cielo.
Y con esas sonrisas nos dejan una pequeña llama a los demás...
Desde Marte
Mirna
Que bonita reflexión Lena..está llena de sentimiento y de buenas vibraciones. Textos como estos hacen del mundo un lugar mejor , porque brillan e iluminan de buena esperanza. Te dejan ese regustillo de que hay gente maravillosa ahí fuera por la que vale la pena seguir confiando en el ser humano.
Tu debes de tener una hermosa luz brillando intensamente a tu alrededor.
Mil besos
yo creo q todas las personas iiradian luz, pero q ciertamente solo algunas otras ven esa luz.
Besos
Lo importante es hacer brillar aquella luz y compartirla.
que estes muy bien,
Au revoir
Ser luz enmedio de la oscuridad...Eso es lo que hace la diferencia...
Un abrazo cálido resplandeciente
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