17-04-2012-
A veces las cosas no salen como hemos planeado. A veces sencillamente nos descubrimos sentados de nuevo ante de la pantalla del ordenador, preguntándonos cómo ha podido pasar tantísimo tiempo desde que prometimos volver. Y no solemos encontrar explicación alguna: porque no la hay, porque el tiempo no avisa, porque estuvimos descansando durante siglos. Y tras la sorpresa inicial empezamos a notar el peso del tiempo en nuestra espalda, notamos que nuestras manos tienen cicatrices que no reconocemos, sabemos que sólo ha sido un pestañeo, pero que ese pestañeo cargaba la eternidad consigo.
Y de repente un día despertamos, y lo volvemos a ver todo como una vez lo hicimos. Y volvemos a sentir el dolor, el pánico, la falta de aire.
Y llega la duda.
Lo pensamos un instante, solamente uno, pues la idea de recular es tentadora y despiadada. Decidimos aceptar ese dolor y volvemos a reconocernos ante el espejo.
Y es que a veces las cosas no salen como hemos planeado, a veces sencillamente nos descubrimos sentados de nuevo ante de la pantalla del ordenador, cuando parece que han pasado mil siglos…