-Me has conocido en un momento extraño de mi vida.
"A todas ellas van también dedicadas estas páginas, con el extraño y alentador afecto que sólo es posible mantener entre personas que no llegan a conocerse nunca".

Soledad Puértolas, en el prólogo de Una enfermedad moral.

El valor

Miras tu reflejo en mis ojos. Bajas los tuyos hasta el suelo tintado de rojo. Te callas. No tienes agallas para mirarte de nuevo. Pero mi sangre en las baldosas vuelve a devolverte tu imagen. Entre esquirlas de mi corazón roto, tu alma astillada y un vaso de cristal no queda margen para las concesiones. Ni para nuevas y vacuas excusas. Rehúsas mirarme de nuevo, mirar el malva de mis párpados. La sangre sobre tu palma. Cobarde, te levantas tambaleándote. Una noche más, una nueva pesadilla. La misma que se repite variando muy poco el guión.
Me amas, me odias. O tu puta o tu princesa. Te temo, te evito. Me llamas, me escondo. Me pegas, yo grito. Otra noche más…

Hago las maletas, te quedas ahí tirado. Con tu violencia y tus insultos. Con tu corazón vacío y tus puños apretados. ¡Ahí te quedas!
Ni tu princesa, ni tu puta. Ni tu chivo expiatorio. Simplemente yo, otra vez, sin morados ni en un perpetuo velatorio. ¡Ahí te quedas!
Mi corazón ya sin astillas. Empieza mi nueva vida.

Sueño en una noche de verano

Sueño en una noche de verano, como un día lo hizo Shakespeare, sintiéndome pequeña bajo las estrellas. Pienso en la brisa y en las luciérnagas, como astros terrenales, y en lo oscura que se quedaría la noche sin ellas.

Escucho su respiración muy cerca de mi oído, el crepitar de la leña a un par de pasos, las cigarras a lo lejos. Sigo mirando el cielo hasta ver las nebulosas.
- ¿Aún sigues queriendo ser escritora?- pregunta de pronto.

- ¿Cómo?- pensaba que dormía, flotando entre relojes y sillones como Alicia al caer por la madriguera. Las abejas que revolotean por mi mente se quedan detenidas en el aire, acallando su zumbido-. ¡No, no! Ya no.

Gira su cara y me mira, con las cejas encorvadas.

- ¿Y eso por qué?

- He cambiado de idea.

Vuelve voltear la vista hacia el cielo. El viento empuja las nubes plateadas, que esconden a ratos la Luna y permiten que la oscuridad nos envuelva. Oscuridad medio asfixiada por nuestro fuego moribundo.

- Hace tres días decías que querías ser una escritora brillante…

Niego con la cabeza, aunque ella no me esté mirando.

- Ya no quiero ser brillante. Creo que ni siquiera quiero ser escritora. De todas maneras, si lo fuese, querría ser simplemente aceptable.

- ¿Por qué?

- Todos los grandes escritores han sido personas torturadas. Y más aún las mujeres. ¿Sabrías darme el nombre de alguna escritora brillante que haya ha tenido una vida fácil?

- ¿No te gustaría ser pionera?

Venus brilla a lo lejos, pequeña, incandescente. Sueño con los millares de estrellas que se extienden sobre mi cabeza, con todas aquellas que puedo ver y con las que no. Tomo aire, llenando mis pulmones de esta noche de verano.

- Prefiero no arriesgarme a terminar como Sylvia Plath.

Visitas.

Song of myself. XXIV

Unscrew the lock from the doors!

Unscrew the doors themselves from their jambs!
Whoever degrades another degrades me,
And whatever is done or said returns at last lo me.
Through me the afflauts surging and surging, through me the current and index.
I will accept nothing which all cannot have their counterpart of on the same terms.

Walt Whitman.