Acabo de darme cuenta de que escribo para esconder en el interior de personajes ficticios lo que realmente siento. Cambian las descrpciones, cambian los nombres, cambian los lugares; pero el personaje permanece invariable: soy yo, detrás de una apariencia masculina o de una mujer madura. Soy todo lo que escribo. Pero me he dado cuenta de que también soy todo lo que no escribo.
Hoy quiero dejarlo todo a la vista, enseñar las cartas en su totalidad y no sólo las que quiero que los demás conozcan. Quiero dejarme de cinismos y de nombres falsos y de creer que son ellos y no yo los que hablan. Quiero exponerme porque estoy cansada de fingir, cansada de esconderme, cansada de negar que yo también siento dolor y que también lloro y que me desespero y que me muero de risa y que a veces soy feliz.
Sí, yo soy todo lo que habéis leído en todos mis textos anteriores. Y soy todo lo que leeréis en los que sigan. Sí, tengo muchos sueños y también tengo mucho miedo: miedo de todo, de la realidad de mi vida adulta -que a veces siento retrasada por circunstancias ajenas, tan ajenas como la luz a los peces abisales-, de convertirme en alguien que no me guste, de arrepentirme de demasiadas cosas, de que la gente se compadezca de mí y empiecen a tratarme como una muñequita de porcelana que se puede hacer añicos contra el suelo al más mínimo roce, de que aquellos que me quieren me dejen, de despertarme un día y haber perdido las ganas de escribir. Tengo miedo, mucho miedo, y también tengo grandes sueños por cumplir y muchas esperanzas que se intensifican o casi se diluyen dependiendo del día. Y sí, soy negativa hasta rozar lo enfermizo y un segundo después la vida se dibuja ante mis ojos como algo maravilloso e inconmensurable. Y sí, mil veces me han llamado rara y hay veces que me parece un halago y otras que se me clava como el peor de los insultos.
Pero he mirado al dolor a los ojos y he sentido sus dientes negros mordiendo mi carne. Y he llorado hasta que mis lágrimas, como avispas oscuras, han hecho un nido en mi pecho. Y he descubierto a base de tropezar y recomponerme que no hay nada más aterrador y maravilloso que la vida y el mundo. Porque he sobrevivido, Porque, es más, he vivido y respiro. Respiro ese aire contaminado y terrible y dulce y cargado de esperanzas de mi ciudad.
Respiro. Y respiraré. Y Madrid será testigo.
Hoy quiero dejarlo todo a la vista, enseñar las cartas en su totalidad y no sólo las que quiero que los demás conozcan. Quiero dejarme de cinismos y de nombres falsos y de creer que son ellos y no yo los que hablan. Quiero exponerme porque estoy cansada de fingir, cansada de esconderme, cansada de negar que yo también siento dolor y que también lloro y que me desespero y que me muero de risa y que a veces soy feliz.
Sí, yo soy todo lo que habéis leído en todos mis textos anteriores. Y soy todo lo que leeréis en los que sigan. Sí, tengo muchos sueños y también tengo mucho miedo: miedo de todo, de la realidad de mi vida adulta -que a veces siento retrasada por circunstancias ajenas, tan ajenas como la luz a los peces abisales-, de convertirme en alguien que no me guste, de arrepentirme de demasiadas cosas, de que la gente se compadezca de mí y empiecen a tratarme como una muñequita de porcelana que se puede hacer añicos contra el suelo al más mínimo roce, de que aquellos que me quieren me dejen, de despertarme un día y haber perdido las ganas de escribir. Tengo miedo, mucho miedo, y también tengo grandes sueños por cumplir y muchas esperanzas que se intensifican o casi se diluyen dependiendo del día. Y sí, soy negativa hasta rozar lo enfermizo y un segundo después la vida se dibuja ante mis ojos como algo maravilloso e inconmensurable. Y sí, mil veces me han llamado rara y hay veces que me parece un halago y otras que se me clava como el peor de los insultos.
Pero he mirado al dolor a los ojos y he sentido sus dientes negros mordiendo mi carne. Y he llorado hasta que mis lágrimas, como avispas oscuras, han hecho un nido en mi pecho. Y he descubierto a base de tropezar y recomponerme que no hay nada más aterrador y maravilloso que la vida y el mundo. Porque he sobrevivido, Porque, es más, he vivido y respiro. Respiro ese aire contaminado y terrible y dulce y cargado de esperanzas de mi ciudad.
Respiro. Y respiraré. Y Madrid será testigo.
1 comentarios:
Te sigo desde hace tiempo. ¡Qué gustazo de blog!
Publicar un comentario
¡Gracias por tu tiempo!