-Me has conocido en un momento extraño de mi vida.
"A todas ellas van también dedicadas estas páginas, con el extraño y alentador afecto que sólo es posible mantener entre personas que no llegan a conocerse nunca".

Soledad Puértolas, en el prólogo de Una enfermedad moral.

Desgraciadamente, una historia que no ha salido de mi imaginación.


Ayer caminaba por la Gran Vía sintiéndome una pequeña gota de agua empujada por otras cientos de miles a través del cauce que desemboca en la espina dorsal madrileña (ese río que algunos conocen como Paseo de la Castellana). Pero el destino, o esos pequeños impulsos claustrofóbicos que me asaltan cuando me doy un baño de multitudes, quiso que me desviara del camino. Tomé otro lecho, uno que recorre, en ocasiones serpenteante, toda la calle Montera para desembocar en una pequeña plaza henchida de gente y rematada con un reloj de esfera redonda y agujas afiladas cuyas campanadas se oyen a cientos de kilómetros a la redonda el día de Fin de Año.

Decenas de mujeres se apoyan en las paredes de los cines o sobre los escaparates de las tiendas. Lucen sus piernas semidesnudas y la promesa de un pecho firme tras una camiseta roja de lycra. Algunas son casi adolescentes, a otras les sobra el adverbio. Y yo, que tengo diecinueve, de repente me siento terriblemente afortunada.

Sigo bajando la calle, tal que una mota de polvo arrastrada a través de una catarata. Observo como se acerca un ejecutivo a una de ellas, que está descansando sus pies desnudos sobre los adoquines. A su lado, unas botas con enormes plataformas se recuestan, como si estuvieran tan extenuadas como su dueña, sobre las escaleras de una sala de proyecciones cerrada. El ejecutivo es alto, robusto, y viste un traje precioso de un azul marino intenso. En su dedo reluce un anillo de oro que probablemente colocara la que se estaba convirtiendo en su esposa hace más de tres décadas. Es probable que doble en edad a la prostituta.

Él simplemente le espeta un “¡levanta!”. Ella obedece.

Veo una Venus sumisa, una diosa azabache que agacha la cabeza, se pone las botas y se estira la poca tela de su minifalda, casi pudorosa. Observo al ejecutivo hacerle un gesto con la cabeza, como si ella fuera un perrillo, y seguirla a través de las demás partículas de polvo que bajamos hacia el reloj de las Campanadas. De vez en cuando, y bajito, la obsequia con algún dulce insulto. Y a mí, que voy detrás, me hierve la sangre y se me colman de agua los ojos.

Pero soy una cobarde, y no digo ni hago nada.

Poco tiempo más tarde, la diosa y su cliente se pierden entre la multitud, y yo entro en el Metro camino de mi barrio.

Tenemos casi la misma edad, y mientras yo me voy a mi casa, rodeada de mis libros, mis sábanas limpias, el olor a comida caliente y la perspectiva de un futuro prometedor ante mis ojos, ella tiene que venderse por unos pocos euros a un hombre que la trata como un animal.

Y de su futuro, mejor no hablemos. Es mejor que no pensemos en ello para que nuestra conciencia permanezca en un silencio que es aplacador para nosotros, mas realmente no es otra cosa que un síntoma de que algo huele a podrido en nuestras almas.

Hacia él no siento más que desprecio. Y lástima. Mucha lástima, por creer que un traje azulón de Armani y un trabajo que está socialmente bien visto le hace superior a ella; y por no saber que además de puta ella es persona y mujer, y que por esas tres cosas debe respetarla.

A ti te pido perdón, adolescente de ébano, diosa escondida, por haber estado callada ante la injusticia que contra ti se cometía.

En lo que a mi respecta, sólo siento vergüenza.

Lo siento, lo siento de veras.







"Princesas", de Fernando León de Aranoa. Imprescindible.

5 comentarios:

Sé que el texto es muy triste, y muy duro. Pero es que tenía que escribir sobre ello. A veces es necasrio ver para creer, y yo ayer vi demasiado claramente la realidad.
Siento la dureza, pero es que le debo una disculpa a aquella mujer y quiero expresalra en mi blog, aunque es muy probable que ella nunca llegue a leerla.
Un beso a todos.

 

Lena narras muy muy bien, tanto que tengo el bello de punta y tu idea ha impactado en mi como una bala en el cuerpo. Creemos que nuestras vidas son malas, cuando suspendemos algun examen, una amiga se enfada con nosotros, no quedan entradas para el qconcierto que queremos etc.. cuando hya personas, mujeres que no tienes más que un poco de tela y su belleza para permanecer con vida.

Sobrecogedor.
Muchos besos:D

 

Es curioso como la ficción puede reflejar la vida misma y ciertamente se quedará corta

cortiisima en ese reflejo


la vida es muy dura para algunas personas y a veces ni cuenta damos o no las volteamos ni a ver...


saludos lena!

 

Qué hermosa narrativa....
Precioso

 

vi esa pelicula y me hiciste recordarla!!

aunque es un tema denso, me agrada como lo has narrado!

 

Publicar un comentario

¡Gracias por tu tiempo!

Visitas.

Song of myself. XXIV

Unscrew the lock from the doors!

Unscrew the doors themselves from their jambs!
Whoever degrades another degrades me,
And whatever is done or said returns at last lo me.
Through me the afflauts surging and surging, through me the current and index.
I will accept nothing which all cannot have their counterpart of on the same terms.

Walt Whitman.